Las grandes películas provocan grandes reflexiones, y si además están envueltas
en entretenimiento pues mejor. Las dos últimas pelis que he visto son de esta categoría. Son “La cinta blanca” y “La carretera”. Parecen tener poco en común pero ambas tienen su sentido en los niños. La primera explora, justo antes de la Primera Guerra Mundial, las raíces del mal que llevaron a crear una juventud que cae fácilmente en la tentación del fascismo. La segunda cuenta la travesía de un padre y un hijo a través de un mundo apocalíptico. Son dos películas duras, a veces incómodas, pero llenas de momentos intensos.
En la primera los niños son educados sin afecto, con represión, sin libertad. La consecuencia de ello es la aparición de unos seres violentos y crueles. En la segunda el niño es educado con afecto, con honestidad y bajo el signo de lo justo, incluso cuando la barbarie le rodee y lo más fácil sea caer en la brutalidad. El resultado es un niño sensible y valioso. Esto me hizo pensar que una parte de nosotros (la mayor) es consecuencia de lo que recibimos y otra (no menos importante) de lo que damos. En estas pelis se demuestra lo importante que es educar a un niño para hacer de él un salvaje o una persona con valores. En “La carretera” además, y a pesar del entorno hostil y caníbal, se nos dice que la vida es un regalo y que no podemos ir por ahí perdiendo el tiempo con cosas insignificantes, algo que hacemos a diario. Aún nos queda esperanza, a pesar de estos políticos.
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