domingo, 30 de diciembre de 2012

2013

Mientras dos diputados del PP juegan a la maquinita cuando deben votar el hundimiento de la sanidad pública madrileña, mientras nos roban la paga extra, mientras su majestad el Inútil I dice sus obviedades y gilipolleces medio sentaillo en la mesa en la tele (es la vez que más se ha acercado a la plebe), mientras Urdangarín el robaor sigue comiendo marisco, mientras la gentuza de traje y corbata siga teniendo dinero para sus fianzas, mientras todo esto pasa, va y llega el 2013. Llega con la desnudez (como la foto) de la esperanza del todo por hacer, de la inquietud de los mensajes contradictorios y confusos de políticos miserables y curas, llega agachaillo de miedo, con el trasero dolorido de tanto que le han dado este año, llega ya (y todavía no ha hecho nada) pidiendo perdón, perdón por los humanos agarrados a la avaricia. No.A la AVARICIA, en mayúscula, Pidiendo perdón por  la confusión de prioridades en la vida diaria, por la incomunicación (a alto coste) de la hipertecnología atrofiadora (y compañera de atontamiento de su amiga la tele). A pesar de todo allá vamos, reiniciando, confiando, luchando, limpiando las cloacas para seguir adelante como mortales que saben que se nos acaba el tiempo y hay que aprovecharlo.Hasta mi perra Lila sabe, mientras lame su trasero con insistencia, que la dirección es hacia adelante. Feliz 2013.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Sin empatía

Las noticias del telediario, los periódicos y la calle nos sorprenden a diario con imágenes de monstruos y personajes insensibles al dolor ajeno. La horrorosa matanza de niños en un colegio americano ocurrida ayer nos commociona y confunde por la extraña particularidad de los asesinos que son incapaces de ponerse en el lugar de las otras personas, de imaginar, sentir y sufrir su increible dolor. Esta falta de empatía, esta enfermedad del alma y del cerebro sacude a diario este extraño planeta. En menor escala, pero igualmente con víctimas, dolor e incluso muertes, sucede con el gobierno presente. Su evidente insensibilidad a los problemas de los españoles se convierte en una arrogancia criminal, una prepotencia miserable, una falta de empatía ante el sufrimiento contínuo de la calle, de sus habitantes azotados por algo de lo que poco tienen que ser culpados. Mientras, la conciencia de los repugnantes banqueros, de los corruptos millonarios, de la realeza que roba y sale airosa, de los asquerosos políticos incapaces de asumir su culpa aferrándose al poder, sigue ahí, intocable, mientras las buenas personas se arrojan por las ventanas y la gente de a pie suspira, sin entender nada, esperando que alguien, por fin, asuma su daño y pague(ética y economicamente) por ello.