Una de las declaraciones más sorprendentes e idiotas de los últimos meses ha sido la de los obispos de España. Afirman que cuando se firme la ley del aborto todos estaremos en pecado mortal, sobre todo los políticos. Sin embargo, el rey de España, como es una persona de mayor categoría y rango, queda excluido de esta desgracia que sólo nos atañe a los seres de a pie, viles pagadores de impuestos e hipotecas.
Conociendo su peloteo desmesurado al poder a través de los tiempos (léase posguerra y épocas pretéritas) no es de extrañar que digan estas idioteces pero sorprende que no hayan incluido en la salvación a los del PP, a los banqueros y a todos aquellos a los que se arriman cuando bien les conviene.
Independientemente de la ley, con la que se puede estar o no de acuerdo, resulta chocante y sobre todo estúpido, que aún sigan creyendo que tienen una autoridad moral sobre los españoles, que están por encima de algo, que son baladíes de una sociedad que va muy por delante de sus rancios dogmas y tradiciones, sólo utilizadas como fiestas alcohólicas y gastronómicas.
Cállense, coño, de una puñetera vez y díganle a su amigo Aznar que se calle también, que los españoles y españolas somos ya muy grandes para temer al rabo del diablo vestido de sotana roñosa.
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