domingo, 3 de abril de 2011

Los ojos de Liz y las manos de Phil

Hace unos días nos dejó Liz Taylor, una de las últimas estrellas de Hollywood. Comenzó en el cine muy jovencita teniendo como compañero de reparto a un perro (Lassie), tal vez mucho mejor actor que algunas de sus parejas en la pantalla.

Liz tenía una belleza turbadora, salvaje, y la cámara la quería para ella sola. Sus ojos de color indeterminado (¿violetas?) tuvieron ocho maridos ( aunque se casó dos veces con el mismo, Richard Burton)y cuando vio que la decadencia le engordaba los muslos, se retiró y luchó por causas benéficas, entre ellas el SIDA, que vivió de primera mano con su amigo Rock Hudson.

Hizo películas del Hollywood dorado, dramones de tomo y lomo, con Oscar incluido. Pero yo creo que la recordaré por su Cleopatra, aquella mujer vestida brillantemente (de oro, nada menos) que hacía enloquecer (en la vida real también) a Marco Antonio/Richard Burton. Una leyenda de actriz.

Otro que se retira, aunque éste en vida, es Phil Collins. Batería de Génesis y luego cantante del grupo en su etapa más comercial, el bueno de Phil no puedo hacer ya lo que más quiere, que es aporrear sus cajas y hacer conciertos. Por eso, lo deja y se piensa dedicar a cuestiones familiares. Loable decisión la suya. Nos deja, sobre todo a finales de los 70 y principios de los 80, excelentes discos de rock, y un debut en solitario (Face Value) que bien vale una carrera.

A partir de los 90 se le fue la mano con el azúcar y se alió hasta con Disney, pero no hablemos de vergüenzas ajenas. Queda su mano maestra en la batería y su buen humor, cosa que no puede decirse de todo el mundo en este, ya decadente, mundo del rock.

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