El camarero me miró con desprecio pero no dijo nada pues no daba crédito a sus oídos. Pero al devolver la cuenta dije, y de verdad que no era yo: “Hasta luego, imbécil” y entonces los ojos de aquel hombre enfurecieron y lanzó un “imbécil lo será usted, capullo”
Salí del bar avergonzado ante la inquisitiva mirada de los presentes que no entendían nada. Me dirigí hacia mi casa con la extraña sensación de que no era yo el que ponía un pie tras de otro, el que dirigía la mirada a los culos de las chicas que sobrepasaba, el que metió el dedo en mi nariz y lo mantuvo largo tiempo buscando tesoros nasales.
Lo peor fue llegar a casa y comprobar que la llave no abría la puerta. ¿Cómo era posible?.Pensé que podía saltar por la pequeña valla que daba al jardín e intentar entrar por la ventana pero estaba cerrada. Cuando miré el reloj me asusté porque eran ya las cuatro de la mañana. ¿Dónde había estado todo ese tiempo que no recordaba nada?. Así que finalmente cogí una piedra y me dispuse a tirarla contra la ventana de la cocina. En esto un policía local cruzó casualmente y me miró sorprendido. ¿Qué está haciendo? No dije nada, no me iba a creer, así que dejé que me llevara a la comisaría y sólo puede decirle: “Es que no sé quién soy yo, ¿sabe?”. “Si, claro, como todos…” me dijo mientras resoplaba con desánimo.
Feliz Semana Santa.
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