Viendo las sobrecogedoras imágenes de Japón, los miles de japoneses que han muerto o los que se han quedado sin nada, viendo la desolación, la crueldad sin límites de la naturaleza, nos da el miedo. Y es el miedo a saber que no somos nada en este planeta, que jugamos con fuego (nuclear), que nos engañamos continuamente para mantener un bienestar sonámbulo, un consumo desequilibrado y un sueño que, como ahora, amenaza con despertar a una terrible realidad.
La televisión nos muestra a los japoneses sin histeria, acongojados y aterrorizados por dentro, prudentes en su terrible tragedia, meditativos ante la barbarie de la Tierra rota. Japoneses que son capaces de anteponer el orden social a sus necesidades personales , cosa que quizás no ocurriría en nuestro país.Por eso les debemos una oración (o al menos nuestro pensamiento piadoso) porque nos hacen ver que no debemos aferrarnos demasiado a lo terrenal ya que estamos aquí de paso, por casualidad, aunque parezcamos, en nuestra enorme estupidez, los amos del mundo.
No podemos estar indiferentes ante la tragedia, ni tampoco hacer grandes actos para evitar el sufrimiento, pero si podemos ser benévolos y dejar de mirarnos el ombligo y pensar que somos seres humanos afortunados de estar vivos y en paz, aunque sólo sea en realidad una pequeña parte del mundo la que tiene ese enorme privilegio.
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