lunes, 27 de septiembre de 2010

Granujas

En un mundo desprovisto de ética no es difícil imaginar el triunfo del granuja. No el granuja robagallinas, que a fin de cuentas el hambre le puede, sino el granuja-banquero, el granuja- concejal, el granuja-cura, que aprovechan su situación de privilegio para saquear las arcas, públicas y privadas, y alardear de ello en la intimidad, mientras vienen los mariscos a su mesa de granujas amigos.
Pero lo peor no es eso.Lo peor es la jauría de tontacos, consumidores compulsivos de programas rosa, que siguen, adoran y piden autógrafos, a esta estirpe canalla de comeollas de euros ajenos. Gentuza como Julián Muñoz, a los que las televisiones ayudan a pagar sus deudas, o el mismo Mario Conde que, una vez pasado por la cárcel en condiciones de lujo, sigue sin pagar sus deudas y además se hace de oro vendiendo un libro con sus memorias que esos mismos tontacos compran para comprobar que es verdad que son tontacos, tontacos pobres para toda la puta vida.
De algunos incluso se harán películas, documentales, y cuadernillos en los periódicos. Pero de la gente normal no se hará nunca nada porque su vida grisácea está cargada de honradez desprovista de glamour.

1 comentario:

Pedro dijo...

La publicidad manda consumir y la economía lo prohíbe. Las órdenes de consumo, obligatorias para todos pero imposibles para la mayoría, se traducen en invitaciones al delito. Las páginas policiales de los diarios enseñan más sobre contradicciones de nuestro tiempo que las páginas de información política y económica.

Este mundo, que ofrece el banquete a todos y cierra la puerta en la narices de tantos es, al mismo tiempo, igualador y desigual: igualador en las ideas y en las costumbres que impone, y desigual en las oportunidades que brinda.

Puntos de vista:

Desde el punto de vista del sur, el verano del norte es invierno.

Desde el punto de vista de una lombriz, un plato de espaguetis es una orgía.

Donde los hindúes ven una vaca sagrada, otros ven una gran hamburguesa.

Desde el punto de vista de Hipócrates, Galeno, Maimónides y Paracelso, existía una enfermedad llamada indigestión, pero no existía una enfermedad llamada hambre.

Desde el punto de vista de sus vecinos del pueblo de Cardona, el Toto Zaugg, que andaba con la misma ropa en verano y en invierno, era un hombre admirable:

—El Toto nunca tiene frío —decían.

El no decía nada. Frío tenía, pero no tenía abrigo.

Eduardo Galeano: "La escuela del mundo al revés"