Si usted es capaz por un momento de salirse de su salón, de su casa, de su barrio, de su pueblo, de su país y ver las cosas desde arriba, descubrirá que todo se menea y lo que nos pasa a diario es consecuencia de ese meneo. Si por el contrario cree que la situación de los planetas en el momento de su nacimiento determina su vida ,allá usted, pero que sepa que comparando la masa (grande) de esos astros y su distancia (lejísimos) hasta el mismo hueco maternal por donde fue parido, la influencia es menor que la masa (pequeña) y la distancia (cercana) de la matrona que la sacó a vivir hasta el día de hoy.
En el mundo todo sucede por azar. Las trayectorias de todas las cosas con vida (o sin ella pero achuchadas) se entrecruzan constantemente y determinan que usted conozca a la persona amada (o a la que luego le destrozará), a los amigos adecuados o a aquel que le atropellará o dará el número agraciado de la lotería primitiva que, por el estúpido movimiento de las bolas en el bombo, llegará a alinearse en la sucesión numérica adecuada que hará de usted una persona diferente y a otro una persona decepcionada.
Fuera del planeta también las cosas se mueven y la gravedad las hace redondas. En el Planeta Tierra nada puede estarse quieto pues el movimiento es vida y la quietud, muerte. Pero no se equivoque, lo que más influye sobre usted mismo es usted mismo y ese amasijo de conexiones neuronales que intentan abrirse paso en el caos de apariencia ordenada llamado rutina.
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