miércoles, 8 de septiembre de 2010
El hombre más pequeño del mundo
El hombre más pequeño del mundo me dio una lección. Me lo encontré al doblar la esquina, como el que no quiere la cosa, y allí estaba, mirando a una pequeña lagartija que andaba por la pared. Confieso que, por un momento, yo también le miré a él como un ser inferior y como adivinando mis pensamientos, el hombre menudo me miró y me dijo: ¿Cómo te sientes? a lo que le contesté:”Bien”. Él dijo entonces:”Pues yo a veces me siento como una pulga y otras veces como un gigante”. Y lentamente me acercó su dedo índice y frunció el ceño. Luego movió el dedo para que hiciera algo. Yo entonces le cogí su ínfimo dedo y tiré de él. En ese momento se tiró un enorme cuesco que le hizo tambalearse. No pude evitar reírme y él movió su cabecilla y me dijo con voz sabia: “Un día sin reír es un día perdido, ya lo dijo Buñuel” y se fue calle abajo. Cuando se alejaba me dio la sensación de que se hacía más pequeño aún de lo que era y que en un momento desaparecía del todo, integrándose en el asfalto. El hombre más pequeño del mundo me dio una lección y yo, triste de mí, no pude más que avergonzarme y seguir adelante con mis taras y mis absurdos complejos de burgués ocioso con trabajo bien remunerado.
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