Y ahora dicen que se habían equivocado. Que quizás el pepino asesino era austriaco o alemán, o era de la Selva Negra o de Manchuria. Mientras, decenas de miles de personas pierden miles y miles de euros. Estúpidos como ellos mismos, ministros bocazas que no saben lo que dicen u otros que, con la excusa de las ayudas al olivar, vienen a Andalucía y cogen una aceituna del árbol y se la comen (¡verídico!) para demostrar su conocimiento del medio.
Pues ahora que paguen, que se arrodillen ante el agricultor y reciban su cogotazo. Lo que está claro también es que todo lo que sale por la tele o se oye en la radio se cree a pie juntillas. Que la verdad está simplificada, reducida a un titular, y que se vomita y olvida sus consecuencias. Ya va siendo hora del escepticismo ante los medios, de que exijamos una información veraz, de que no nos tomen el pelo. Esperemos que el 15-M tome nota en sus reivindicaciones. Mientras, me voy a tomar un gazpacho con pepino.