
Junto a este corto proyectaremos también EL EFECTO FLANSWORTH y una entrevista, en exclusiva, con un ser de otro planeta.
Os esperamos!
Salí del bar avergonzado ante la inquisitiva mirada de los presentes que no entendían nada. Me dirigí hacia mi casa con la extraña sensación de que no era yo el que ponía un pie tras de otro, el que dirigía la mirada a los culos de las chicas que sobrepasaba, el que metió el dedo en mi nariz y lo mantuvo largo tiempo buscando tesoros nasales.
Lo peor fue llegar a casa y comprobar que la llave no abría la puerta. ¿Cómo era posible?.Pensé que podía saltar por la pequeña valla que daba al jardín e intentar entrar por la ventana pero estaba cerrada. Cuando miré el reloj me asusté porque eran ya las cuatro de la mañana. ¿Dónde había estado todo ese tiempo que no recordaba nada?. Así que finalmente cogí una piedra y me dispuse a tirarla contra la ventana de la cocina. En esto un policía local cruzó casualmente y me miró sorprendido. ¿Qué está haciendo? No dije nada, no me iba a creer, así que dejé que me llevara a la comisaría y sólo puede decirle: “Es que no sé quién soy yo, ¿sabe?”. “Si, claro, como todos…” me dijo mientras resoplaba con desánimo.
Feliz Semana Santa.
Pero parece que, absortos en la dinámica consumista/capitalista/narcotizante, no nos queda más que apretar los dientes y enfurecernos con los que menos culpa tienen. Por eso debería existir el anti-voto, un voto que neutralizara a otro, que fuera el reverso negativo del voto de otra persona, que sirviera para inclinar la balanza hacia el otro lado.
Difícil es, no cabe duda, así que por ahora me conformaré con votar al menos corrupto, al menos bocazas, al menos ladrón, al menos sexista, al menos hinchado por su necesidad de escalar al poder para aumentar su cuenta corriente y llenar su piscina. Si existe, claro.
Liz tenía una belleza turbadora, salvaje, y la cámara la quería para ella sola. Sus ojos de color indeterminado (¿violetas?) tuvieron ocho maridos ( aunque se casó dos veces con el mismo, Richard Burton)y cuando vio que la decadencia le engordaba los muslos, se retiró y luchó por causas benéficas, entre ellas el SIDA, que vivió de primera mano con su amigo Rock Hudson.
Hizo películas del Hollywood dorado, dramones de tomo y lomo, con Oscar incluido. Pero yo creo que la recordaré por su Cleopatra, aquella mujer vestida brillantemente (de oro, nada menos) que hacía enloquecer (en la vida real también) a Marco Antonio/Richard Burton. Una leyenda de actriz.
Otro que se retira, aunque éste en vida, es Phil Collins. Batería de Génesis y luego cantante del grupo en su etapa más comercial, el bueno de Phil no puedo hacer ya lo que más quiere, que es aporrear sus cajas y hacer conciertos. Por eso, lo deja y se piensa dedicar a cuestiones familiares. Loable decisión la suya. Nos deja, sobre todo a finales de los 70 y principios de los 80, excelentes discos de rock, y un debut en solitario (Face Value) que bien vale una carrera.
A partir de los 90 se le fue la mano con el azúcar y se alió hasta con Disney, pero no hablemos de vergüenzas ajenas. Queda su mano maestra en la batería y su buen humor, cosa que no puede decirse de todo el mundo en este, ya decadente, mundo del rock.