Hace poco los científicos (esos seres con bata blanca y problemas de alopecia que están siempre investigando mientras su matrimonio se hunde) han descubierto varios planetas que giran en sentido contrario a todos los demás. La causa se les escapa a sus fórmulas matemáticas. ¿Provocación? ¿Error? ¿Estupidez? Lo cierto es que ahí siguen, desafiando a los demás que los miran de reojo sin explicarse su conducta.
Puede que este hecho sea el primero de una serie de fenómenos desafiantes de la naturaleza cotidiana. Tal vez mañana despierte y descubra que su dormitorio está boca abajo o que los perros de su barrio escalan por las paredes o cuando salgas del trabajo veas aterrado que es hora de entrar otra vez. O tal vez lo de estos planetas es sólo un descuido (o travesura) de aquellos que, en su sala de máquinas de la Eternidad, manejan día a día, en un aburrimiento supino, este cosmos que se les hace insoportable. Como a cualquiera, oiga.
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