Jack Torrance, el personaje que interpretaba Jack Nicholson en “El Resplandor”, quedaba aislado por la nieve en un hotel enorme con su mujer y sus dos hijas. Poco a poco se le iba la pelota, cogía un hacha y las perseguía con ánimo de trocearlas. Hoy me acordé de la película cuando mi casa de la aldea del Alcornocal se ha quedado completamente aislada por la nieve y no puedo salir ni a por tabaco. Por todos lados un manto blanco me acompaña. Ya no es Navidad así que no hay componente vacacional ni festivo. Tampoco tengo compañía a la que descuartizar (excepto mi gata, que desconfiada de mis miradas, se esconde bajo las nagüillas con discreción). Así que es aislamiento puro y duro. Es precisamente ahora cuando más gana tengo de salir, aunque haga frío, no haya nada que hacer y tenga muchas tareas pendientes.
Así somos los humanos. Esclavos de la contradicción, hoy soy prisionero de la nieve y ayer lo fui de las rebajas (el nombre viene de lo que nos rebajamos como personas ante un consumo innecesario) y mañana lo seré de aparatos electrónicos que, andaquesí, me hacen creer que soy mas feliz.
Estoy prisionero y sé que no puedo salir pero si pudiera tampoco saldría. Porque es domingo y hace frío, porque estoy flojo y porque me gusta leer.
Buñuel en su peli “El angel exterminador” reunía a un grupo de burgueses decadentes en una sala de la que, a pesar de estar completamente abierta, no podían salir. No había ningún motivo, ninguna razón.Era una genial metáfora de lo que somos muchas veces, prisioneros de prejuicios, pensamientos y opiniones de los que no podemos salir, a pesar de que, increíblemente, nada nos lo impide.
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