Previsibles, aunque no por ello inmerecidos, fueron los Oscars de este año. Una vez más, como viene siendo habitual en estas estatuillas, los premios recaen en personas con trastornos físicos o psíquicos, o directamente en majaretas, como la protagonista de “El cisne negro”, esa bailarina, protagonizada por Natalie Portman, que pierde la cabeza en su ánimo de ser perfecta. Algo así como les pasa a los tontacos de Operación Triunfo.
“El discurso del rey”, estupenda película con tintes de clásico, sí que ha hecho algo verdaderamente importante y es dar voz a aquellos que precisamente tienen problemas para hacerla fluir de su garganta con normalidad. También, supongo, habrá hecho incrementar la clientela a logopedas de todo el mundo que habrán agradecido este “boom” de los problemas del habla.
Como es normal en este país tan contradictorio, capaz de lo mejor y lo peor en muchos aspectos, la ceremonia fue transmitida con el retardo de siete segundos con el ánimo de censurar las posibles salidas de tono. Una de ellas fue el taco que la actriz Melissa Leo dijo al recibir su premio y la otra, que ni siquiera apareció en pantalla, fue el beso en la boca(en la foto) de Javier Bardem y Josh Brolin, compañeros de reparto de “No es país para viejos”. America sigue siendo el país de la supuesta libertad, incapaz de emitir un beso o un taco en directo por ese puritanismo tan inútil.
Por lo demás hubiera preferido que “La red social” se llevara los premios gordos porque es una película que refleja la sociedad actual, cosa que pocos hacen, y la refleja a través de un guión inteligente y audaz. Tampoco fue premiado el fantástico(y necesario) documental “Exit through the gift shop”, un complejo y estimulante documento sobre la sugerente y misteriosa personalidad de Banksy, supuesto director del mismo, y figura anónima del arte callejero, que pone patas arriba el concepto del arte moderno.
Cuando uno se entera de que Hitchcock, Orson welles o Greta garbo nunca recibieron un oscar por su trabajo(sí honoríficos) y que sí se lo dieron a Sandra Bullock(¡) empezamos a entender que en realidad los Oscars no son tan importantes.
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