La revolución popular, que se extiende como una mecha de necesidad por todo Oriente próximo, ha tenido su punto álgido en Egipto. La pobreza, la falta de democracia y la falsedad de los dictadores,que se agarran como desesperados a su trono regalado, han hecho que el pueblo se rebele con toda justicia. Mientras el coste humano va aumentando, Occidente sigue con asombro e indiferencia la enorme valentía de los ciudadanos de los paises árabes, a los que muchas veces hemos acudido como turistas haciendo la vista gorda de las desigualdades sociales que padecían.
Estas revueltas son, sin duda, una lección para los europeos que, aunque no estamos sometidos a esas dictaduras, sí lo estamos a otras, a las dictaduras de los bancos, del dinero, de los mercados, ante las que -increiblemente- seguimos anestesiados sin indicios de reacción alguna. Así nos va.
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