martes, 8 de febrero de 2011

Nos va quedando el rock


Hace dos días murió en Estepona Gary Moore. Este guitarrista irlandés, amante del blues y que fue componente del energético grupo Thin Lizzy, manejaba como pocos las seis cuerdas para sacar rock de ellas de una manera muy potente. Un poco olvidado últimamente, fue conocido por el gran público por sus baladas, que era lo más comercial y no lo más interesante de su carrera, como suele ocurrir.
A los que somos de cierta generación rockera, que aún tenemos discos de vinilo, cassettes y compramos cds !originales! nos va pareciendo ya que el rock clásico se difumina cada vez más. Casi todo lo que se escucha en esa línea bebe, demasiado evidentemente, de los grupos de los 70, 80 e incluso 90, y no aparecen muchos nombres a los que recordar por su ferocidad, su energía y su originalidad rockera. Con las discógraficas en peligro de extinción, con la música comprimida hasta hacer inútil el proceso de producción, con la carátula de un disco como algo anecdótico, con la fagocitación desde internet y los productos de consumo del rock reducidos a trocitos pegadizos de música para ilustrar imágenes de coches, poco nos queda que celebrar en el mundo del rock.
Hay gente que se recicla de una manera inteligente (autoeditan sus discos y los promocionan de otras formas) y los más viven de sus conciertos esperando que su público acuda tras haberse bajado de internet su discografía en una sola tarde.
Los viejos rockeros nunca mueren aunque algunos se empeñan en sacar tajada, de manera patética, remezclando sus canciones para que las nuevas generaciones las escuchen en su móvil de última generación o las oigan de fondo de un demencial programa televisivo de citas sentimentales.
Seguiremos acudiendo a nuestra colección de discos y cds porque la música rock, aunque básica en su concepción, repetitiva a veces y muy estridente algunas veces, nos sirve de terapia para afrontar este mundo que evoluciona tan rápido que nos pasa por delante sin enterarnos.

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