Como soy algo nerviosillo siempre he envidiado a aquellos que son capaces de no hacer nada. Y ahora más, en vacaciones, cuando tienes todavía mas tiempo para no hacer nada. Tumbarse a la bartola, comerse las uñas por placer, contar las manchas del techo, canturrear una canción tonta o extasiarse en la Nada pues, en el fondo, es de donde todos venimos y, ayvedios, adonde todos vamos.
El divagar como una de las bellas artes puede parecer a los grandes intelectuales una cosa de seres necios y embrutecidos pero retorcer el cerebro tontamente con una idea hasta llegar a la misma conclusión de un principio es, anda que no, cosa de tontacos.
Por eso, y también por lo otro, hoy reivindico (y más con este calor que pide gazpacho), el derecho a no hacer nada, el derecho a extasiarse en el nihilismo de una mota de polvo que cae lentamente desde el techo hasta la mismica punta de tu nariz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario