Un científico americano, basándose en las variadas profecías que vaticinan el fin del mundo para el 2012, ha construido 20 bunkers por todo el planeta para salvar a parte de la Humanidad. Por el módico precio de 40.000 dólares usted puede ser el elegido para empezar una nueva civilización en un planeta devastado. Los niños pagan menos, 20.000 dólares, y las mascotas van gratis. Así que si usted es un cochino, entra de gorra en el salvamiento final.
Pero la sospecha recae sobre este Noé yanqui porque, si el mundo se acaba ¿Para qué quiere la criatura tanta pasta? No habrá nada que comprar y el dinero perderá su valor, con lo cual lo más probable es que ni él mismo se crea nada y que en realidad sea un granuja con gana de forrarse.
Después de semejante noticia soñé que el mundo se acababa realmente y que sólo quedábamos vivos las juventudes del PP y yo. Ellos me instaban a que me alistara en sus filas a cambio de latas de potaje Litoral y yo, ensimismado en mi izquierdismo, les decía que no y me iba al campo a comer haramagos radioactivos. Así pues, moría lentamente por una cuestión de principios y me preguntaba qué importan los principios si no puedes comer y el mundo está en ruinas.
Seguramente el mundo no se acabe en el 2012 y muy chungo sería que saliéramos por fin de la crisis y nos machacara un meteorito. Mientras tanto, este americano listillo está haciéndose de oro a expensas de desgraciados que no quieren extinguirse, que creen que viviendo en un bunker se acabarán sus penas cuando en realidad tendrán que enfrentarse a una convivencia post-nuclear de lo más irritante.
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