La única forma de sobrellevar la Navidad es ser un niño o creérselo. Aún así hay ya pocos niños que crean en nada porque si tienen dudas de algo lo buscan en google y problema solucionado. El otro día una niña de siete años le dijo a otra que los reyes no existían (no los gorrones sino los otros) y ante la duda lo buscó en el google. La desilusión fue grande. De hecho el otro día en el colegio mis niños se reían de otro porque decía que el negro de los reyes que los visitaron era su padre, pero pintado con kánfort. El niño ponía ojos de asombro y no acababa de creérselo pero una de las niñas siguió en ello: “Yo lo sé porque me habló y hablaba como tu padre, que no se le entiende ná…”.
En nuestro mundo actual es casi imposible mantener la inocencia y creer en algo es ya un lujo. Viendo las luces chillonas (de bajo consumo), la basura comercial en grandes avenidas, la nausea diaria del consumismo, las miles de necesidades creadas por la caja tonta, y la adoración por el Tener y no por el Ser, poco queda más que resignarse y tomarse todo ésto como unas vacaciones porque, y esto que quede entre nosotros, para mí que ni nació niño, ni hubo pastores, ni la madre que los parió.
Felices digestiones.
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