Yo de pequeño también hacía pompas. Mezclabas el mistol con un poco de agua en un vaso pequeño, lo meneabas y luego soplabas por un artilugio redondeado que previamente mojabas en la mezcla. El resultado de aquello eran pompas gordas y pequeñas, que vivían unos segundos (lo suyo era contar cuantos) y luego se iban haciendo más frágiles hasta que estallaban. En ese proceso de descomposición la pompa tenía tres fases: La primera en la que la pompa vagaba a su antojo, segura, brillante. La segunda empezaba con una caida hacia el suelo y un acristalamiento del pomperío, y la tercera sucumbía con una destrucción inevitable en forma de !pop! que era hasta gracioso.
Comparativamente nosotros tenemos la vida de una pompa y de nosotros depende prolongar esa primera fase con bocadillos de ilusiones varias y moral abundante.
Ya los niños no hacen pompas, y es de urgencia llevar la Pompología a los colegios porque con tanta pleiesteision y pamplinas digitales los niños van a olvidar la realidad que, aunque fea de cara, tiene también sus cosas buenas.
1 comentario:
recuerdo quitar la barilla al boli bic pa soplar y luego al ponerla pa volver a usarlo se guarreaba to el cuaderno de la espuma que había quedao, que buenos tiempos aquellos
Publicar un comentario