Este pueblo siempre me ha despertado asombro. Bien por su valentía, por su capacidad para crear, por su aparente
tranquilidad que esconde un bullicio permanente, bien por sus excelentes molletes o por los numerosos primos que albergo allí.
Es un poco como la aldea rebelde de Asterix en las Galias Subbéticas. Ni sus vecinos pueblos (más clasistas) de Priego y Cabra consiguen hacerle sombra. Por eso ahora viendo sus calles llenas de colorines pop, es cuando está totalmente metida en un cuento.
Cuando de pequeño corría calle abajo, las cuatro esquinas, con mi mollete en la mano izquierda y mi chocolate en la derecha ya notaba yo que mi espiritu salvaje iba a echar allí buenos ratos.