Todos los veranos parecen uno. Muchas veces se solapan, se confunden, se hacen uno sólo. En verano, sobre todo:
-Comemos sandía,
-Nos bañamos en piscinas o en el mar.
-Bebemos gazpacho
-Discutimos con la pareja.
-Viajamos (la distancia kilométrica está en relación a la capacidad monetaria y el número de chiquillos)
-Dormimos la siesta.
-Nos quejamos continuamente de la calor.
En el verano nos creemos por unos días seres acuáticos, y chapoteamos en el agua rememorando nuestro pasado de bicho de agua. Nos vemos con frecuencia nuestras barrigas y miramos a nuestros congéneres humanos (en bañador) con cierto apetito sexual.
En verano mi cerebro desconecta temporalmente partes de mis conexiones nerviosas y pone el cartel de "Perdonen las molestias, estamos trabajando en ello" para explicar que estás aplatanado, atontado, jilón, hecho picón, destrozado por la vida misma.
Poco de ésto se puede aplicar al verano finlandés. Allí siguen comiendo fideos y desconocen (enorme error que aún continúa) el salmorejo, una de las pocas muestras de que el ser humano, cuando quiere, es sumamente inteligente.